El comentario de hoy, jueves 18 de julio 2024
Las fiestas de julio han dado un giro inesperado y espectacular respecto al abandono en que se ha mantenido a nuestra capital el resto del año. En días pasados, como por arte de magia aparecieron por doquier cuadrillas de trabajadores, presumo que del gobierno municipal, para pintar guarniciones, tapar baches y darle a nuestra sufrida capital, lo que el ingenio popular califica como “una manita de gato”.
Sería una aberración criticar dichas acciones que tratan de devolver a nuestra ciudad, reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde 1987, un poco de su ancestral belleza. Lo anterior, sin embargo, contrasta con un Centro Histórico el que como se ha constatado en notas periodísticas y redes sociales, luce como un estercolero, principalmente sitios emblemáticos como el Zócalo y la Alameda de León.
Y es que no hay un sitio en la ciudad en donde se refleje con mayor nitidez el latente problema de la basura, que el corazón de la Verde Antequera. Ya es parte de la estampa cotidiana ver, a las inertes jardineras –que lucen sin plantas, mucho menos con flores- convertidas en depósitos de desechos sólidos, en donde personas con discapacidad mental o en situación de calle, hurgan para buscar el pedazo de pan o fruta para llevarse a la boca.
Cuando se desató la crisis de la basura, en el ayuntamiento de la capital se instrumentaron medidas para evitar que la ciudadanía arrojara o depositara sus bolsas en calles, jardines, plazas públicas, etc. Circularon fotos de algunos pocos detenidos en flagrancia. Sin embargo, dicha medida punitiva fue, como dicen en mi tierra: como entrada de caballo y salida de burro. Muy eficaz y publicitada al principio, para terminar en nada.
Previo a la celebración de la llamada fiesta máxima, La Guelaguetza y en tanto a la capital han arribado ya miles de turistas del país y el extranjero, se les recibe con obras inconclusas como las del zócalo; controvertidas exposiciones y un Centro Histórico convertido en zahúrda. Amén de las labores para adecentar el espectro urbano, así requieren algo más que paliativos para inhibir el vandalismo de quienes han llenado nuestras centenarias canteras, con grafitti y consignas.
Sólo falta que, además de las ferias y expo-ventas artesanales con las que se han tapizado algunas calles; de negocios devenidos cantinas al aire libre; de terrazas que han trastocado el entorno urbano, se dé entrada a los tradicionales chachacuales, para darle la estocada fatal a nuestra capital, no de manera gratuita calificada por algunos como un pueblote. (JPA)